Salamina by Javier Negrete

Salamina by Javier Negrete

autor:Javier Negrete [Negrete, Javier]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-01T05:00:00+00:00


Istmo de Corinto, 12 días antes

(17 de julio)

Macedonia: 6.000 hoplitas y 1.500 de caballería

Tesalia: 4.000 hoplitas y 3.000 de caballería

Corcira: 1.000 hoplitas y 60 barcos

Sicilia: 20.000 hoplitas y 200 barcos

Argos: 6.000 hoplitas y 10 barcos

Creta: 3.000 arqueros y 40 barcos

Tebas: 7.000 hoplitas

Temístocles volvió a mirar con tristeza los nombres que había tachado de aquella lista que amenazaba con reducirse cada vez más, la de los estados griegos que habían jurado defender su libertad contra el invasor.

Dos años antes había llegado a Grecia la noticia de que los ingenieros de Jerjes estaban excavando la península del monte Atos para atravesarla con su flota sin tener que afrontar sus tormentas y sus traicioneras corrientes. Un canal de más de dos kilómetros de longitud y treinta metros de anchura por el que podrían pasar dos y hasta tres trirremes a la vez. Se trataba de una obra de tal audacia y magnitud que hasta los más escépticos se convencieron por fin de que el Gran Rey, pese al fracaso anterior de su padre, estaba decidido a invadir Grecia con todos sus recursos.

El miedo a los persas había surtido efecto. Gracias sobre todo a las gestiones del propio Temístocles y del rey Leónidas, se había pactado una tregua general entre todas las ciudades griegas y constituido la Alianza Helénica.

En aquel momento, Temístocles enumeró una lista con todos los estados griegos que podrían participar en la Alianza. Al principio llegó a sentirse optimista, porque las fuerzas que muchos de ellos prometían eran sustanciales. Pero el rey Alejandro de Macedonia fue el primero en borrarse de su catálogo. Su embajador se había reunido con Temístocles y, hecho un mar de lágrimas, le dijo:

—Debes comprendernos. Tenemos a los persas prácticamente en nuestras fronteras. El nuestro es el primer país que arrasarán si no cedemos.

Temístocles no se sintió demasiado decepcionado, porque se lo esperaba. Alejandro, si bien resultaba un hombre culto y un anfitrión encantador y se llamaba a sí mismo «filoateniense», era también un intrigante y un ventajista que tenía muy claro cuál era el caballo favorito en aquella carrera. Y, aunque ante los griegos lo negaba, llevaba años siendo prácticamente un vasallo de Darío, primero, y luego de su hijo Jerjes.

La siguiente en hacer defección de la causa común había sido la vasta región de Tesalia, cuna de caballos. Unos meses antes, al principio de la primavera, la Alianza había decidido enviar una expedición a la frontera entre Tesalia y Macedonia para comprobar si se podía frenar el avance de Jerjes en el valle del Tempe, un estrecho paso entre el mar y el Olimpo donde una fuerza reducida podría detener a otra muy superior. Pero los tesalios también les habían fallado, el pequeño ejército de avanzada se había tenido que retirar y el prestigio de Temístocles había sufrido cierto menoscabo. Lo que era peor, había tenido que tachar de su lista a los tres mil jinetes tesalios, la única caballería digna de tal nombre que existía en Grecia y que probablemente se uniría a las fuerzas del invasor.



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